Logofobia - Esas Palabras que Tanto Asustan a los que Deberían Saber Mejor

Resulta curioso el susto que producen algunas palabras en algunas personas.

Palabras inocuas e indefensas como "por qué" o "pero" o "problema" son sistemáticamente cuestionadas por lo que podríamos describir como logófobos radicales que quieren hacer una "limpieza etimica" de los idiomas del mundo.

Frases que supuestamente entrañan innumerables peligros como "no puedo", "intentaré hacerlo", "lo probaré" se ven marginados en bandos institucionales y privados en las redes sociales, prescripciones terapéuticas, listados de "buenas prácticas" e incluso recomendaciones de "competencias profesionales".

¿Y qué decir de las frases buenas - "todos los días y de todas las maneras estoy cada vez mejor"? "Me quiero y me acepto incondicionalmente". Pues hay libros, revistas, artículos y amigos que recomienden su uso frecuente cual dosis de vitaminas.

Las dos respuestas - logofobia y logofilia - aún siendo bien intencionadas, son cuestionables. Veamos algunos ejemplos.



La Marginación del "Por Qué"

El primer caso que nos encumbe es el caso del "por qué": aquello de, no preguntes "por qué" o, en su versión más reciente: pregunta mejor "para qué" que "por qué".

Sigue habiendo mucha gente que viene a hacer formación con nosotros (especialmente si han hecho formación en lo que van siendo los dogmas de algunas aproximaciones al "coaching"), que tiene la idea de que preguntar a alguien "por qué" hace algo es de alguna manera retrógrada, muestra una actitud no apropiada o, cómo mínimo, un uso cuestionable del tiempo.

Irónica y óbviamente la prohibición pide la pregunta "¿y por qué? ¿ Por qué es mejor preguntar "para qué" y no "por qué"?

Y hay personas que, completamente inconscientes de la ironía, entran a explicar que "para qué" te lleva a enfocarte en el futuro que es lo que cuenta, que el "por qué" lleva  a algunas personas a justificarse, a otras a sentirse cuestionadas en vez de "empoderadas", que si no es una "pregunta poderosa", que si muchas personas tienen dificultad en contestarlo, que si....  

Sin entrar de nuevo en la cuestión de la necesidad de poder contar con información completa y la imposibilidad de información completa que no inlcuya el nivel de razones, quisiera resaltar otra cuestión. Es que todas las objecciónes indicadas en el párrafo anterior tienen que ver con las posibles respuestas de ciertas personas ante la pregunta "por qué?" pero nada con la utilidad de la pregunta en si. Hay personas que no les gusta viajar en metro, esquiar o escuchar los pájaros por la mañana y que, por tanto, responden de forma poco útil ante esta experiencias, pero eso no significa nada de la bondad, utilidad, relevancia o placer de las actividades en cuestión.

El Triste Caso del Pobre "Pero"

"Pero" - el pobre "perito". Denominado por Fritz Perls (y miles de seguidores posteriores sin cuestionar y con sonrisa fatua y cejas levantadas ante lo "elegante" de la descripción) como el "borrador universal".

Un ejemplo: "Te quiero mucho pero tengo asuntos urgentes que resolver". El "pero" aquí supuestamente "borra" el "te quiero" y solo deja los "asuntos urgentes". Lo que se afirma es que el efecto del "pero" es como si antes de la palabra no se hubiese dicho nada. ¿Mejor entonces sustituir el "pero" con "y"? ¿Mejor decir "te quiero mucho y tengo asuntos urgentes que resolver"? Claro que no. Significa algo muy diferente. En el primer caso se está expresando un contraste de ideas. En el segundo, en cambio, es semejanza o similitud de ideas. Esto que parecería evidente a cualquier estudiante de cuarto de la ESO, en manos (o boca) de algunos terapeutas y coaches empieza a adquirir matices de grave trangresión.

Ahora bien, es cierto que, en ciertos casos, puede ser interesante y útil probar a sustituir el "pero" por "y" para notar más como la persona que lo dice está valorando estás dos ideas (la de quererte mucho y la de tener asuntos urgentes que resolver)  Otra posibilidad - posiblemente más interesante - es invertir la secuencia alrededor del "pero".

"Te quiero mucho pero tengo asuntos urgentes que resolver".
o "Tengo asunto urgentes que resolver pero te quiero mucho".

Es posible que una de las ideas esté en segundo plano, es posible que activar el sentido de "querer" interfiera con "resolver los asuntos urgentes", es posible, por contrario, que activarlo y conectarlo con la resolución de los asuntos añadiera valor al acto de resolverlos. Hay muchas otras posibilidades pero prohibir de entrada el uso del pero no ayuda a explorarlas en absoluto. Más bien cierra la posibilidad de hacerlo.

El Problema de "Problema"

"No presentes a tu jefe un problema, preséntale un solución"
"Encontrar vías enfocando en las soluciones en vez de los problemas."

Como hemos comentado en otras muchas ocasiones en este y otros blogs relacionados, la mala prensa de la noción de "problema" y, especialmente, la falsa dicotomía presentada entre "problema" y "solución" es especialmente problemático.  También lo es la prohibición del uso de la palabra en algunas organizaciones. Cambiar la palabra "problema" por "asunto" (issue) sirve para poco más que para crear un tabú alrededor de lo que al fin de cuentas es un sonido que asociamos (con mayor o menor atino y precisión) a una manera de organizar las cosas.

¿No Puedo Decir que no Puedo? 

Si la honesta y certera descripción de una situación es que "no puedo" (por ejemplo: "no puedo decir con exactitud lo que va a pasar mañana", "no puedo tocar el piano como Vladimir Ashkenazhy", "no puedo obligarte a que me quieras") no puedo sino hacer uso de ello.

Algunos dirían que no. Que tu "inconsciente" lo oirá y lo creerá y acabarás debilitándote. Entonces acabará convirtiendo la descripción (no puedo) en orden (no voy a intentar).

Primero no hay nada malo en esto por si solo. No hay ninguna obligación de hacer todo lo que te propones. Tal obligación supondría entre otras cosas que todo lo que te propones está bien planteado y si no lo consigues es por falta de "voluntad" "motivación" "actitud" "decisión" e impediría la posibilidad de jugar con diferentes sentidos de implicación en las cosas. Pero puede también ser la opción más apropiada. Abandonar algo que es una pérdida de tiempo es lógico. Mantener tesón en algo que sí merece la pena también lo es. Distinguir entre lo que merece o no la pena o saber desarrollar el tesón y las habilidades necesarias para llevarlo a cabo no es cuestión de afirmar que puedes o no puedes hacerlo. Mucho más relevante es hasta qué punto está basada en evidencia real la propia afirmación. Afirmar erre que erre que puedes hacer algo que claramente no puedes puede llevarte una terquedad ridícula a corto plazo y una tremenda frustración a medio y largo igual de destructivo o más en potencia que quedarte afirmando que no puedes hacer algo sin comprobar el detalle de ello.

Segundo, mucho más importante, tu "inconsciente" eres tu. No es alguien ajeno escuchando lo que dices y que luego cumplirá o no las órdenes que le das. Es más, inconscientemente puedes ser muy "consciente" de algunas limitaciones que "conscientemente" no quieres reconocer. Insistir conscientemente en que "puedes" hacer cosas para las que sabes que aún no estás preparado (por ejemplo) no es una forma muy sensata ni ecológica de proceder.

Claramente, depende del uso de "puedo" que estés haciendo. "No puedo (de momento)", no "puedo (yo solo)", "no puedo (con estos recursos)", "no puedo (éticamente es inaceptable)", "no puedo (la situación en que dejaría a otras personas es inacceptable)" "no puedo (todavía)" etc. son frases diferentes cada una de ellas y descripciones de situaciones con implicaciones radicalmente distintas. Prohibir o negar la descripción "no puedo" puede suponer un crudo intento más o menos bien  intencionado de crear o mantener una "actitud positiva" pero, al igual que las prescripciones mecánicas del "metamodelo" que se ensañan para "desafiarlo" (¿qué es lo que te impide? ¿qué pasaría si pudieras?), también puede llevar la atención a irrelevancias y a encubrir el detalle de la situación real.

Una de las cuestiones que más cuentan del lenguaje (como es el caso con cualquier herramienta) es el uso que hacemos de ello. Crear tabúes otorga poder de amenaza. Los victorianos, por ejemplo, no querían oir hablar del sexo, Voldemort no puede ser nombrado en el mundo mágico de Hogwarts. El miedo al lenguaje (o a ciertas palabras) le otorga una existencia objetiva, independiente y potencialmente amenzadora. Esto va en dirección de una vuelta hacia un sentido de la supuesta mágia de ciertos pronunciamientos o encantamientos. Es "abracadabrismo" desde luego digno de Harry Potter. No hay forma en que meramente decir "expeliarmus" puede hacer que algo salte de la mano de otra persona. Pero la metáfora es potente y en el cine, las novelas, los videojuegos o la imaginación puede ser bonita, inluso bella. Es cuestión de la tremenda creatividad humana. Podemos crear belleza y podemos crear monstruos. Asustarnos por ciertas palabras y crear tabúes es un paso en la secuencia de crear un monstruo. Crea un sentido de posible víctimismo (las palabras me afectan a mi) que es más peligroso por la cercanía a la realidad. Es cierto que nos afecta la manera en que las personas utilizan las palabras pero eso no es por las palabras - sino por las personas y las ideas e intenciones que expresan. Y es que a pesar de lo sucinto y atractivo de la frase "El Poder de la Palabra", las palabras, por si solas, no tienen "poder" alguno.

De allí que la noción de que podemos estar haciendo daño (o bien) inconsciente con las palabras que usamos va a ser siempre parcial y cuestionable. Un posible daño (o efecto positivo) dependerá no de las palabras en si sino del uso que hagamos de ellas. Las afirmaciones pueden ser útiles, especialmente si describen de forma certera la situación, pero también pueden ser problemáticas. "Me quiero y me acepto incondicionalmente" puede hacer referencia a algo bastante positivo como "yo, como cualquier otro ser humano tengo un valor más allá de ciertos comportamientos, valor que reconozco y que quiero desarrollar mi manera de responder ante ello" o a algo tan cuestionable como "da igual lo que haga porque en el fondo soy muy majo pero poco comprendido". La diferencia - por otra parte abismal - no está en lo que afirmas sino en la conexión entre lo que afirmas y la realidad que estás describiendo. Meramente repetir las palabras acaba siendo un entrenamiento mecánico bastante cuestionable. Entrenar la vaguedad difusa y más o menos azucarada, el dogmatismo o, peor, la mentira y el autoengaño no parece buena idea por mucha autoestima que se quiera desarrollar. Esto no es, en absoluto, cuestionar la utilidad de la autoestima sino advertir contra el intento de basarla en engaños.

Si miras un cuchillo (por ejemplo uno que estás utilizando para comer) e imaginas todo el daño que podrías hacer con ello podrías acabar renunciando el uso de los cuchillos. Sin embargo tendría más sentido tener claro el uso que haces de ello. De modo análogo, si se puede hacer daño con el uso del lenguaje (a propios o ajenos) lo lógico es aprender a utilizarlo mejor, no prohibir parcialmente su uso.

Está claro que hay herramientas (como, por ejemplo, las armas) que están diseñadas expresamente para hacer daño. No es el caso del lenguaje. Pero cualquier herramienta (insisto, cualquiera) puede hacer daño. Esto no es motivo para restingir el uso de ellas  - sino de aprender a usarlas mejor.


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